Tristes memorias
Participé animado en el acto de buscar, comprar y leer el último libro que ha escrito Gabriel García Márquez: Memoria de mis putas tristes.
Una novela con una particular anécdota en su aparición que invita a lo que intenta contrarrestar: la piratería. Es decir, cuando García Márquez escribe una nueva versión del último capítulo de la historia, a fin repeler la versión pirata que salió a la calle unos días antes del lanzamiento oficial, automáticamente está convidando a sus seguidores a buscar la versión previa que aunque ilegal es en esencia la versión original y por consiguiente abre el debate a la comparación entre ambas versiones.
La versión legal tiene 109 páginas de contenido y se lee rápido. Me pareció ligero y de fácil comprensión. Aún no le he llegado a la versión pirata, a donde tengo la curiosidad rondando solo por lo que sería el último capítulo que allí aparezca.
Muy a mi pesar, no encontré el relato que esperaba. Me sentí leyendo un García Márquez que amaga pero no termina de ser. Tropecé con más realismo que magia, y la poca que hallé no logra convencerme de ver con ternura, tristeza o conmiseración la etapa de la vejez, representada en un periodista de 90 años anacrónico y pedofilo, girando en lo que probablemente sea su último acto sexual. A pesar de un título irreverente, provocador y políticamente incorrecto que despierta ciertas suspicacias, incluso a pesar de que el primer capítulo promete la revisión de ciertas referencias al mas puro estilo del Gabo, no veo aparecer la magia realista desbordada en El Otoño del Patriarca, ni siento despertar la compasión que sugiere El coronel no tiene quien le escriba, ni alguno de los muchos sentimientos que afloran ante La cándida Erendira (ni contra su desalmada abuela); esto por solo considerar tres ambientes del imaginario garciamarquiano en donde podríamos intentar el desafortunado rito de ubicar esta historia.
Admito que mis expectativas ante el Gabo están muy elevadas desde El Amor en los tiempos del cólera y aunque obtuve algunos párrafos memorables en esta corta novela, un personaje que se mueve sin penas importantes ni glorias mitigadas, que no convida a la solidaridad misericordiosa ni rechazos impetuosos, unos personajes de relleno que no pasan de ser eso, seres efímeros, prestos a decorar el andar de un anciano que ni siquiera trasmite serlo; un espacio y un tiempo que no invitan a melancolías ni nostalgias, ni a las odiosas búsquedas de similitudes con espacios y tiempos de nuestra Latinoamérica del siglo XX que exhortan otras obras, no me empujan a releer la novela, al menos no por ahora. Decido esperar por Nos vemos en Agosto (la prometida próxima novela) o la segunda parte de Vivir para contarla (o como sea que la titule la próxima aparición), para continuar revisando una biografía que tiene mejor contada la magia de la realidad.
Quienes quieran pueden revisar el primero capitulo de esta novela en el número especial de la revista Cambio emitido para apoyar el lanzamiento. Por mi parte, se me antoja la oportunidad para ratificar mi admiración escribiendo un texto genial que a manera de introducción García Márquez recita para el disco Pablo Querido (de Pablo Milanés) y que a mi entender es un homenaje a la tolerancia y al canal de la música como medio para aceptar las diferencias entre los seres humanos:
Este disco es una casa sin puertas ni ventanas que Pablito Milanés lleva consigo a cualquier lugar en que se encuentre, solo para que sus amigos del mundo entero se reúnan a cantar. Es una casa ambulante, abierta a los amigos del mundo entero y de lenguas diversas pero en las que solo se habla una lengua común: la música.
He tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy se que no hay felicidad mas pura que la felicidad de cantar. En la casa de Pablito era imposible caminar por entre baterías atravesadas en la sala y saxofones sentados en las sillas; en cada cuarto un grupo cantaba lo suyo en su onda, en su lengua y en la casa entera se terminaba por no haber mas espacio que para la música.
Creo que así surgió la idea maravillosa de convertir esa realidad, en esta experiencia masiva de un disco en el que todos cantan para todos o solo para si mismos, cada quien en su idioma o en el del cuarto vecino, en una tentativa feliz de derrocar por fin, con el poder sin limites de la música, el disparate bíblico de la Torre de Babel.
Una novela con una particular anécdota en su aparición que invita a lo que intenta contrarrestar: la piratería. Es decir, cuando García Márquez escribe una nueva versión del último capítulo de la historia, a fin repeler la versión pirata que salió a la calle unos días antes del lanzamiento oficial, automáticamente está convidando a sus seguidores a buscar la versión previa que aunque ilegal es en esencia la versión original y por consiguiente abre el debate a la comparación entre ambas versiones.
La versión legal tiene 109 páginas de contenido y se lee rápido. Me pareció ligero y de fácil comprensión. Aún no le he llegado a la versión pirata, a donde tengo la curiosidad rondando solo por lo que sería el último capítulo que allí aparezca.
Muy a mi pesar, no encontré el relato que esperaba. Me sentí leyendo un García Márquez que amaga pero no termina de ser. Tropecé con más realismo que magia, y la poca que hallé no logra convencerme de ver con ternura, tristeza o conmiseración la etapa de la vejez, representada en un periodista de 90 años anacrónico y pedofilo, girando en lo que probablemente sea su último acto sexual. A pesar de un título irreverente, provocador y políticamente incorrecto que despierta ciertas suspicacias, incluso a pesar de que el primer capítulo promete la revisión de ciertas referencias al mas puro estilo del Gabo, no veo aparecer la magia realista desbordada en El Otoño del Patriarca, ni siento despertar la compasión que sugiere El coronel no tiene quien le escriba, ni alguno de los muchos sentimientos que afloran ante La cándida Erendira (ni contra su desalmada abuela); esto por solo considerar tres ambientes del imaginario garciamarquiano en donde podríamos intentar el desafortunado rito de ubicar esta historia.
Admito que mis expectativas ante el Gabo están muy elevadas desde El Amor en los tiempos del cólera y aunque obtuve algunos párrafos memorables en esta corta novela, un personaje que se mueve sin penas importantes ni glorias mitigadas, que no convida a la solidaridad misericordiosa ni rechazos impetuosos, unos personajes de relleno que no pasan de ser eso, seres efímeros, prestos a decorar el andar de un anciano que ni siquiera trasmite serlo; un espacio y un tiempo que no invitan a melancolías ni nostalgias, ni a las odiosas búsquedas de similitudes con espacios y tiempos de nuestra Latinoamérica del siglo XX que exhortan otras obras, no me empujan a releer la novela, al menos no por ahora. Decido esperar por Nos vemos en Agosto (la prometida próxima novela) o la segunda parte de Vivir para contarla (o como sea que la titule la próxima aparición), para continuar revisando una biografía que tiene mejor contada la magia de la realidad.
Quienes quieran pueden revisar el primero capitulo de esta novela en el número especial de la revista Cambio emitido para apoyar el lanzamiento. Por mi parte, se me antoja la oportunidad para ratificar mi admiración escribiendo un texto genial que a manera de introducción García Márquez recita para el disco Pablo Querido (de Pablo Milanés) y que a mi entender es un homenaje a la tolerancia y al canal de la música como medio para aceptar las diferencias entre los seres humanos:
Este disco es una casa sin puertas ni ventanas que Pablito Milanés lleva consigo a cualquier lugar en que se encuentre, solo para que sus amigos del mundo entero se reúnan a cantar. Es una casa ambulante, abierta a los amigos del mundo entero y de lenguas diversas pero en las que solo se habla una lengua común: la música.
He tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy se que no hay felicidad mas pura que la felicidad de cantar. En la casa de Pablito era imposible caminar por entre baterías atravesadas en la sala y saxofones sentados en las sillas; en cada cuarto un grupo cantaba lo suyo en su onda, en su lengua y en la casa entera se terminaba por no haber mas espacio que para la música.
Creo que así surgió la idea maravillosa de convertir esa realidad, en esta experiencia masiva de un disco en el que todos cantan para todos o solo para si mismos, cada quien en su idioma o en el del cuarto vecino, en una tentativa feliz de derrocar por fin, con el poder sin limites de la música, el disparate bíblico de la Torre de Babel.
10 comentarios
Macu2000 -
Igualmente soy de la opinión que debemos de buscar la versión catalogada como pirata, pero que en realidad es la original, y leerla. Quien sabe, sin embargo estoy en contra de la piratería, aunque se puediera leer otra cosa entre mis lineas.
Anónimo -
Ricardo -
Ahora ni modo, a buscar la versión pirata!!
Salud
superdharma -
Lo curioso es que, aun después de leerla sin resultados espectaculares, la tengo en mente por el asunto de la piratería. ¿Sería premeditado este espectáculo?
Ricardo -
Super: Bueno, como es una novela corta quizá la terminés pronto. No es solo el final de la versión original el que esperamos leer, sino mas bien ambos. Lo curioso es que la motivación a buscar ambos viene de los mismos creadores del libro, ¿ingenuidad o nuevo esquema de mercadotecnía?.
Salud
superdharma -
Voy por la mitad y siento un cansancio poco usual, y tu post confirma lo que vengo sintiendo.
Justamente el domingo alguien me comentaba que el final había sido cambiado por la piratería, pero nunca supe si había hecho otro final para la legal o para la copia. Ahora que lo sé tengo la misma curiosidad que tú de conocer el primer final Qué curioso que lo único capaz de animarme sea, precisamente, la noción de imaginarlo diferente. ¿Tendrá que ver con esas altas expectativas de las que hablamos? ¿Tendrá que ver con la pasión por lo prohibido, por el escándalo?
Por lo pronto me concentraré en terminar lo que tengo entre manos...
Francys -
Ricardo -
Una de las razones para publicar el texto final del disco de Pablo, tiene que ver precisamente con el respeto a las diferencias y el acoplamiento entre las mismas. Particularmente me encanto el estilo que planteado en El otoño del Patriarca y cuando comencé a leerla no paré hasta el final, amén de las mágicas descripciones que allí reciben hasta los gallinazos es increible la necesaria asociasión que hacemos entre ese patriarca y Juan Vicente Gómez (por ejemplo en el caso venezolano) u otros dictadores latinoamericanos del siglo pasado. En resumén, le econtré muchisimo queso a la tostada. Suena interesante lo de Maupassant, después nos cuentas.
Gagutiver: gracias por la visita. Que bien le das la vuelta a lo de la recomendación, nos leemos.
Salud
gagutiver -
Saludos
Caribe -
Como tu dices luego de El amor en los tiempos del Colera mis expectativas son muy grandes...
En Vivir para contarla quede ahi ahi, si bien conto interesantes anecdotas no fue lo q esperaba... Ese es el problema de tener altas expectativas.
Esta ultima ya me la compro mi ma, la version original q a la vez no se si es la original xq no se q tan comun sea la pirateria literaria en la Argentina, imagino q tambien la hay pero no recuerdo haberla visto, asi q algun dia cuando me ponga al dia con mis lecturas pendientes ya vere...
X ahora me estoy terminando Contes de la Becasse de Maupassant y me lei un parrafito de Crimen y Castigo y quede recontrapicado... Se me hace q esa me la voy a devorar.
Seguimos en contacto! Ahorita escribo, estoy desactualizado y de paso con problemas tecnicos.